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viernes, 14 de septiembre de 2018

El Reino de Dios III


Pablo Garrido Sánchez

La apocalíptica

La retirada al desierto de algunos judíos para vivir en comunidad mesiánica estaba alimentada  por la literatura apocalíptica gestada en aquella coyuntura social, política y religiosa. La apocalíptica es una corriente de literatura religiosa que a una el profetismo y la vertiente sapiencial, transfiriendo a las imágenes que utiliza la opresión que se vive en el presente para trasladar al futuro la solución del mal que se experimenta, siempre con una acción divina extraordinaria que lo resuelve. Las distintas obras de carácter apocalíptico, que están fuera del canon bíblico fueron un alimento espiritual de primer orden en el periodo que va desde la revolución macabea hasta bien entrado el siglo primero de nuestra era. Conviene hacer estas consideraciones, si queremos entender un poco más sobre las profundas diferencias entre el mensaje de Juan el Bautista y el de JESÚS, siendo los dos de la misma época.

En tiempos de JESÚS, los fariseos buscaban la pureza ritual hasta el extremo, y el MESÍAS en su inminente venida los encontrase en las condiciones mejores. Las comunidades esenias prescindían de la relación con el Templo y sus derivaciones, porque consideraban que se había instalado en el Templo la iniquidad personificada, y el verdadero DIOS no precisaba de los sacrificios rituales para el perdón de los pecados. Este grupo mantenía una viva expectación por la aparición del MESÍAS que se haría presente en el Maestro de Justicia  en su comunidad. Por otra parte, admitían la lucha armada llegado el momento, pues la intervención divina representaba la restauración de Israel como potencia hegemónica a nivel mundial. Contrasta la exigencia espiritual de estas comunidades con el belicismo admitido para la implantación de los tiempos mesiánicos. Hay que señalar que no todos los esenios vivían en Qumran, en régimen de comunidad y celibato con una regla sumamente estricta; había matrimonios esenios cuya finalidad principal era conseguir una prole numerosa para que los tiempos mesiánicos contasen con el mayor número posible de fieles.

Apocalíptica judía

La expectativa creada a cerca de la aparición del Mesías estaba marcada por la literatura apocalíptica. El testimonio de los documentos  del Mar Muerto, o de Qumran, está siendo decisivo para precisar con más seguridad el clima espiritual que respiraba la sociedad judía en tiempos de JESÚS. Entre la literatura apocalíptica intertestamentaria resaltan por su importancia los libros  referidos a Henoc, el Hecnoc etiópico, el libro de Los Secretos de Henoc, el libro Hebreo de Henoc, fragmentos  arameos de Henoc, fragmentos coptos de Henoc. Dentro del libro de Henoc están incluidos, el Libro de los Vigilantes, el Libro de los Jubileos, que circulaban  de forma aislada entre algunos grupos. Reviste importancia el Testamento de los Doce Patriarcas, el Testamento de Job, el Testamento de Moisés, el Testamento de Isaac, el Testamento de Jacob, el Testamento de Salomón, el Testamento de Abraham. Todos estos libros y otros establecen los signos inminentes que dan cuenta del Día del SEÑOR. La gran manifestación está acompañada de fenómenos cósmicos, intervención de Ángeles y la manifestación improrrogable de la Justicia  divina.  Las profecías mesiánicas recogidas en los grandes profetas como Isaías, Jeremías o Ezequiel no se pueden dilatar más en su cumplimiento, y se considera inminente la realización próxima que salvaría la promesa y la elección divina atestiguada a lo largo de muchos siglos.

Esta literatura encontró un gran apoyo en el propio libro de Daniel, en el mismo profeta Ezequiel, en algunos pasajes del libro de Zacarías, en los que las imágenes apocalípticas están presentes.

Algunos de los libros antes mencionados entran en la época cristiana e incluso llegan más allá del cierre de nuestro canon a mediados del siglo segundo con los libros de Timoteo y Tito. En esta fase cabe señalar el libro de “La Ascensión de Isaías” o  los libros atribuidos a Esdras, que no tienen relación con el libro canónico de Esdras y Nehemías. La mención de estos títulos tiene la finalidad de ilustrar el momento capital en el que aparece JESÚS con su Mensaje del Reino de DIOS. Los propios evangelios recogerán algunas imágenes coincidentes o tomadas de estos escritos, sin que ello suponga una equiparación en rango de revelación.  JESÚS  de Nazaret superará de  manera insospechada todas las inminentes profecías de los Apocalipsis de su época con el hecho de su muerte y Resurrección. La historia, desde entonces, tiene un sentido nuevo que excede la interpretación apocalíptica intertestamentaria. Se necesita más tiempo de investigación sobre la documentación aportada por los hallazgos de Qumran para hacernos una idea mucho más precisa del ambiente espiritual que se respiraba en la época del JESÚS histórico, pero con los datos existentes se pueden hacer algunas consideraciones. Sobre los libros mencionados y otros que faltan, se puede acudir a Internet para obtener más información, siempre susceptible de ser ampliada.

Con lo expuesto hasta ahora, encontramos razonable que Juan Bautista partiese de un anuncio distinto del predicado por JESÚS. La diferencia entre ambos dejaba a un lado los matices, y alcanzaba el contenido, de ahí que Juan cuando estaba en la cárcel dudase de la mesianidad de JESÚS (Cf. Lc 7,18-19), a pesar de haberlo bautizado en el Jordán (Cf. Mc 1,9); y señalado como el Mesías esperado entre los suyos (Cf. Jn 1,15).

Juan anuncia “la ira inminente, porque el hacha está tocando la raíz del árbol para talarlo. Por lo que, ¿quién podrá escapar del juicio que llega?” (Cf. Mt 3,7). El juicio divino se iba a producir, para Juan, más pronto que tarde, por lo que era urgente la conversión marcada por un cambio moral o ético: los que roben que dejen de hacerlo, los que pongan cargas excesivas sobre otros, que rectifiquen, y cese todo tipo de hipocresía (Cf. Lc 3,10,14). El valor de Juan está en preparar el camino al SEÑOR (Cf. Jn 1,23); pero el propio Juan no es el Camino. En la cárcel, Juan, sufrió su metamorfosis espiritual que completó cuando los propios discípulos le transmitieron el  mensaje de JESÚS. “Id, y decid a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los muertos resucitan. Y los pobres son evangelizados” (Cf. Lc 7,21-23). Juan era el más grande nacido de mujer, y recibe de JESÚS la máxima calificación ética; pero para ser ciudadano del Reino hay que dejarse hacer, así “los pobres son evangelizados”.  Nadie es grande ante DIOS por sí mismo, sino por el DIOS que lo hace grande.

El Mensaje de JESÚS da máxima prioridad a la MISERICORDIA, porque “ÉL trae  al mundo la misión de reconciliar a todos con DIOS” (Cf. 2 Cor 5,19). La Justicia que predica JESÚS es eminentemente restauradora: DIOS busca por todos los medios restaurar y sanar al hombre; y esto sólo lo puede hacer la MISERICORDIA. La polaridad del mensaje entre Juan y JESÚS es total, sin que sean excluyentes, sin embargo, JESÚS incluye y universaliza a todos los hombres de cualquier época, al poner en movimiento el AMOR de DIOS  en toda su manifestación.


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