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martes, 17 de marzo de 2015

De “Via-sacra para crentes e não crentes”


Por José Nunes Martins, Paulo Pereira da Silva, Francisco Gomes
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4ª estación:
Jesús se encuentra con su Madre


V. Os adoramos y bendecimos, Oh Jesús.
R. Que por vuestra Santa Cruz redimiste al mundo

“¿Quienes son mi madre y mis hermanos?”
Entonces Jesús miró a las personas
que estaban sentadas a su alredor y dice:
“Aquí están mi madre my mis hermanos.
El que cumple la voluntad de Dios
ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”
Mc. 3, 33-35

Encuentro. Después de la derrota, encuentro quien acepta mi fragilidad, quien me acepta como soy, quien me motiva siempre a ser más. Quien ve lo que soy, antes incluso de serlo yo.

La madre nunca está lejos. Nunca.

Dando todo, sin preocuparse de las heridas. Sin querer enjugar los ojos. Se ama mucho más allá de lo que la razón  puede comprender.

Quien ama encuentra siempre una forma de hacerse presente.

Cuando sufrimos y quedamos solos, es cuando nos damos cuenta  de que aquellos que nos aman están presentes.

Son pocos, muy pocos… pero son nuestra fuerza.

Cada vez que pienso en la profunda verdad  y bondad de sus gestos. Mi madre me da vida. Su vida.

¿Cuántas veces nos vamos lejos del amor de nuestra madre en busca de la admiración de extraños?     ¿Cuántas veces fui perdonado por mi madre? …
***

Ella es la Madre. Su madre. Aquella mujer que, casi una niña, fue fecundada por la más luminosa de las sombras. Su hijo lo fue antes de madurar en su vientre.

¡Su hijo es rey! Aclamado por los ángeles cuando nació, por los pastores y por los reyes venidos de lejos.

Pero María también sabe que Él es un rey raro, acompañado por pecadores miserables, pobre, pero que da vida a los afligidos a quienes toca.

Dolorosa. Aguarda a su hijo, su rey desfigurado que arrastra la cruz. Su alma esta traspasada y su espíritu se agita en el vacío y de aflicción por Dios que le inflige este suplicio. Simeón había profetizado, es el momento.

El rostro aparece. Es Él, su hijo. El Señor levanta la cabeza y sus miradas se encuentran, se funden.

La eternidad del amor penetró el tiempo del sufrimiento.

La mirada de María, una madre, la madre, continúa y continuará siempre brillando en el camino de nuestras vidas, incluso cuando todo parece oscuro y el padre ausente.


Señor, cuando me pidas un acto de generosidad y mi corazón estuviera herido por el sufrimiento o adormecido por la comodidad, ayúdame a serte fiel.

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