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domingo, 2 de noviembre de 2014

Synodi interpretatio factorum

Luego de haber puesto en limpio en el post anterior el desarrollo de los hechos del sínodo pasado, intentemos ahora elaborar una interpretación de los hechos. Claro que, en esto de interpretar, hay varias posibilidades, y fundamentalmente se reducen a dos: la de los que dicen que el sínodo fue un ruidoso fracaso del papa Francisco, y aquello que aseguran que el “fracaso” no fue tal, sino de no es más que un paso de una táctica mayor pergeñada por el pontífice. Veamos la primera posibilidad, y tendré en cuenta lo que publicó hace algunos días el blog Unam Sanctam:
Cuando comenzaron a revolotear los primeros prelados por las calles romanas, algunos predecían que el sínodo no nos dejaría más que fuegos artificiales. Nadie podría haber predicho que más bien fueron disparos de artillería pesada los que el episcopado católico disparó contra la manipulación de Kasper, Baldiserri y Bergoglio .

1. Para aquellos que en el período previo a Sínodo predecían que sería un no-evento, aburrido y con nada para emocionarse, ahora podemos decirles: “¡Ja!” No sólo fue este Sínodo un evento extraordinariamente dramático sino, más aun, el choque eclesiástico más lleno de acontecimientos sucedido desde el Concilio Vaticano II”. El Sínodo marca un punto de inflexión en el pontificado del Papa Bergoglio y ha enviado un mensaje claro a los progresistas de todo el mundo: “No va a ser tan fácil como usted creen”. Por lo tanto, independientemente de lo que pensemos acerca de los documentos finales de la reunión, de ninguna manera debe descuidarse la importancia del Sínodo como un grave evento en sí mismo. En la obra monumental de Roberto de Mattei sobre el Vaticano II, se señala que el hecho fundamental de la reacción tradicional en la década de 1960 se debió a un enfoque centrado en los propios documentos y en la incapacidad de los conservadores de entender el Concilio como un evento. Esta vez no debemos cometer el mismo error, es decir, centrarnos exclusivamente en el texto de un documento e ignorar la importancia del Sínodo como un punto de inflexión en el desarrollo de la Iglesia.

2. Muchos neocones ahora están diciendo: “Te dije que la doctrina no cambiaría porque la doctrina no puede cambiar!”. El problema es que los neocones nunca entienden adecuadamente el problema. La más grave que podía pasar era que la disciplina fuera socavada mientras que en los papeles la doctrina se mantuviera en intacta. Esto habría sido mucho más insidioso. Algunos se han referido a este Sínodo como la “Humanae Vitae II”; es decir, la inyección de una gran cantidad de esfuerzo para crear el impulso y la impresión de que un cambio doctrinal era inminente para sólo para encontrarse con que la tradición se reafirmaba, para gran disgusto de los progresistas idiotas que habían apostado por el “cambio”. Y esto es de hecho lo que pasó.

Sin embargo, a pesar de la ortodoxia de la Relatio Synodi, una gran de daño ya estaba hecho, porque se dio la impresión de que la admisión a la comunión de los vueltos a casar y la aceptación del llamado matrimonio homosexual están, al menos, abierto a la discusión. Esta es la razón por la que el cardenal Burke insistió tanto que estos temas particulares se saquen por completo de la mesa de discusiones.

3. Aunque la Relatio Synodi no es en última instancia lo más importante a considerar, merece cierta atención. La revuelta de los obispos garantizó que el producto final que emergió es, al menos ortodoxo, aunque hay que señalar que se nos hace indigerible el vocabulario humanista onda Vaticano II y los almíbares truchescos que aparecen a cada paso. Como dice Mundabor, el documento sufre la enfermedad del Vaticano II, pero no la enfermedad de Bergoglio, que es mucho más agresiva y mortal. Sí, la Relatio final podría haber sido más contundente, pero al menos la ortodoxia ha sido confirmada y el documento no es subversivo.

4. Seamos conscientes sin embargo, que si la Relatio Synodi no fue la sólita jerigonza subversiva de Bergoglio y lugares comunes modernistas, se debe a la protesta valiente de muchos obispos. Ellos son los verdaderos héroes del Sínodo, y fue un grupo que sorprendió a muchos. Burke, por supuesto, es digno de los más grandes elogios como el líder de la reacción, pero hay que destacar el cardenal Pell, quien a pesar de su aparente negación implícita del pecado original en su conocida entrevista con Richard Dawkins, se redimió por el fuego cerrado con que disparó contra Forte y Baldiserri. El Cardenal Müller también merece elogios. Aunque muchos tradicionalistas tenían serias reservas acerca de Gerhard Müller cuando asumió la dirección de la CDF en 2012, durante el Sínodo funcionó exactamente como se suponía que debía hacerlo en razón de su oficio: como perro guardián de la ortodoxia. Pero, ¿Son obispos ideales? ¿Estoy listo para aclamar Müller, Pell y Napier como las vanguardias de la tradición? Por supuesto que no. Pero cuando realmente llegó el momento – cuando estuvieron entre la espada y la pared – pelearon como caballeros, algo bastante extraños en los ámbitos episcopales, y debemos ser agradecidos.

5. Si bien se lo ve, la dinámica del sínodo fue la opuesta a la del Concilio Vaticano II, en la que un grupo de padres conciliares arrastró al Concilio en una dirección progresista, no del todo prevista por el Papa, quien por debilidad o indecisión, no pudo detenerlo. El Sínodo, en cambio, tuvo al Papa y unos pocos de sus falderos como conspiradores que trataron de empujar una agenda liberal en contra de la voluntad de la inmensa mayoría de los obispos. Más que cualquier otro cardenal, Burke surgió como una voz clara y potente a favor de la ortodoxia y la tradición. A pesar de su degradación, Burke alcanzó un liderazgo tal en el Sínodo que puede elevarlo a la categoría de un Papabile en el próximo cónclave.

6. Por otro lado, aparentemente la mayoría de los padres sinodales están “furiosos e indignados con el papa Francisco” por las tácticas de manipulación que implementó en el Sínodo, y estos obispos no son cualquiera sino que son los obispos y cardenales más importantes en el mundo. Es muy posible que ya se están dando cuenta de que Francisco es un gran desastre para la Iglesia, e incluso aquellos que lo votaron en el cónclave, hoy no lo haría después de presenciar la auto-demolición de la fe y de la moral católica casi cumplida en estas últimas semanas. Estos cardenales “furiosos e indignados”, muy probablemente no votarán por un bergogliano en el próximo cónclave, sino más bien por un hombre que pueda claramente, poderosamente y caritativamente enseñar dogma católico como Burke. Quienes oramos por el Papa Burke en 2013, irónicamente, podríamos tener muchas más posibilidades en la era post-Bergoglio.

7. Si la credibilidad de Burke fue inesperadamente aumentada, la de Kasper fue demolida de forma inesperada. Y me refiero a que fue destruida. Kasper se terminó. ¡Qué ironía deliciosa! El evento tan cuidado y tan minuciosamente coreografiado, en el que Kasper esperaba celebrar su triunfo supremo, terminó siendo el motivo de su última humillación y ruina. La teología de Kasper es un hazmerreír y nunca podrá ser tomada en serio de nuevo, al menos no por los obispos. Al leer los comentarios infames de Kasper hacia los obispos africanos, resulta claro que el alemán sostiene el argumento de que la Iglesia en África no está en condiciones de hablar a los obispos occidentales sobre cuestiones morales ya que la Iglesia africana lucha con sus propios problemas morales, como la poligamia y “matrimonio gradual”. La suya fue una manera sutil de decir “limpien su propia casa antes de preocuparse por la nuestra”. Esta posición, sin embargo, es extremadamente valiosa, precisamente porque aquellos católicos que tienen que pelear contra perversiones como la poligamia y los matrimonios graduales, tienen al mismo tiempo una mayor decisión en la defensa de los valores de la familia católica occidental. Su testimonio es más valioso, y no menos, porque tienen una comprensión más aguda de lo importante que es el matrimonio tradicional. Esta es la razón por lo que los comentarios de Kasper fueron tan insultantes.



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