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lunes, 22 de septiembre de 2014

Ten cuidado con los endulzantes artificiales

Edulcorantes artificiales como el aspartamo y la sucralosa son entre 200 y 600 veces más dulces que el azúcar. /
Una mala noticia para todos los que endulzan su café, el té, los jugos y los postres con edulcorantes artificiales pensando que así evitan los riesgos asociados al azúcar natural: un estudio publicado en una de las revistas científicas más importantes del mundo, Nature, sugiere una relación entre estas sustancias y la intolerancia a la glucosa, una condición previa a la diabetes.
Desde que se descubrió el primer edulcorante artificial en 1879, la sacarina, una sustancia entre 200 y 700 veces más dulce que el azúcar, la industria farmacéutica no ha descansado en su búsqueda de compuestos similares. En los últimos cien años aparecieron el aspartamo (220 veces más dulce que el azúcar), la sucralosa (600 veces más dulce), el acesulfamo K (Sweet One), el neotamo (presente en muchas bebidas dietéticas) y los ciclamatos (prohibidos en Estados Unidos porque causan cáncer de vejiga).

Por décadas, médicos y nutricionistas les han ofrecido estas alternativa a sus pacientes con diabetes, obesidad o síndrome metabólico, para evitar dietas insípidas, sin sabores dulces. Aunque siempre han existido dudas sobre su inocuidad, el trabajo de los investigadores del Weizmann Institute of Science (Israel) levanta nuevas sospechas.
Eran Elinav, del departamento de inmunología del centro de investigación israelí, y Eran Segal, del departamento de computación, analizaron los posibles efectos de tres de estos edulcorantes: la sacarina, la sucralosa y el aspartamo. La principal conclusión del trabajo es que el mecanismo por el cual estas sustancias afectan la salud es alterando primero la flora intestinal y posteriormente el metabolismo energético.
De ratones a humanos
Lo primero que hicieron los investigadores fue alimentar a un grupo de ratones con agua que contenía alguno de los tres edulcorantes artificiales más utilizados y en las cantidades permitidas por la Agencia de Alimentos y Medicamentos estadounidense (FDA, por sus siglas en inglés).
Los ratones que recibieron agua con estas sustancias presentaron una mayor proporción de intolerancia a la glucosa comparados con otros ratones que bebieron agua o incluso agua con azúcar. Un resultado que se vio invariablemente al repetir el experimento con distintas dosis.
El siguiente paso consistió en hacer un trasplante de heces (flora intestinal) de los ratones que consumieron edulcorantes a otro grupo de ratones, lo cual provocó una transmisión completa de la intolerancia a la glucosa. Los científicos también lograron demostrar que las bacterias que habitaban en el intestino de esos ratones cambiaron con el consumo de edulcorantes.
La siguiente pregunta por responder era si en humanos ocurría lo mismo que con los ratones. Elinav y Segal analizaron información de unas 400 personas sobre nutrición y bacterias intestinales. Encontraron una asociación significativa entre el consumo autorreportado de edulcorantes artificiales, la configuración personal de bacterias intestinales y la propensión a la intolerancia a la glucosa.
Para asegurarse de que esta asociación era real, los científicos pidieron a un grupo de siete voluntarios que consumieran durante una semana edulcorantes. Luego realizaron pruebas de glucosa y de composición de su microbiota intestinal. En el estudio aseguran que detectaron principios de intolerancia a la glucosa después de sólo una semana de consumir edulcorantes artificiales.
La hipótesis de Elinav es que ciertas bacterias reaccionan a los edulcorantes químicos mediante la secreción de sustancias que provocan una respuesta inflamatoria muy similar a la que se produce por el consumo excesivo de azúcar.
“La relación con nuestras bacterias intestinales es un factor clave en la determinación de cómo los alimentos que comemos nos afectan”, concluyeron los autores. “En especial la relación entre el uso de edulcorantes artificiales —a través de las bacterias intestinales— y la tendencia a desarrollar los mismos trastornos que por diseño debían evitar, lo que exige una revaluación del consumo masivo y sin supervisión que existe en la actualidad”.
A propósito del nuevo trabajo, Miguel Ángel Rubio, secretario de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición, comentó al periódico El País que la mayoría de los estudios realizados hasta el momento no han encontrado problemas para la salud por el consumo de edulcorantes en las dosis habituales, y criticó la metodología del artículo porque se administró la cantidad máxima permitida por las autoridades sanitarias estadounidenses (FDA): 5 miligramos por kilo de sacarina. “Esto supondría 350 miligramos en una persona de 70 kilos, lo que supone una dosis exagerada, nadie consume estas cantidades”, comentó.
Por su parte, Frank Hu, profesor de nutrición y epidemiología de la Escuela de Salud Pública de la U. de Harvard, y quien no hizo parte del estudio, dijo que las conclusiones eran “interesantes”, pero estaban lejos de ser conclusivas debido al número de participantes. “Creo que la validez en humanos es cuestionable”, anotó.


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