La suya es, casi, una vida de novela. Juan Pablo Alonso Rolle, nacido en Cariño hace 34 años y uno de los tres únicos seminaristas con los que cuenta la diócesis ferrolano-mindoniense, era empresario. Tras concluir sus estudios universitarios creó una firma dedicada a la administración de fincas. No le iba mal, precisamente. Viajó por medio mundo, e incluso llegó a recorrer los grandes centros de espiritualidad oriental. Vivía frente a la playa. Tenía dinero. Pero un día decidió dejarlo todo....
-Su vida cambió por completo.
-Sí, sí. Cambió totalmente. De tener mi propia casa y mi propia empresa, además de una profesión que me gustaba, pasé a convertirme en seminarista y a hacer una vida comunitaria muy diferente a la que hacía antes.
-Ahora, ya como diácono, mientras espera que llegue el momento de ser ordenado sacerdote, colabora con las parroquias de San Juan, San Pablo y Santa Mariña.
-La mayoría de los sacerdotes tiene una media de edad muy alta. ¿Cómo es trabajar a su lado?
-Hay un salto generacional muy grande, eso es cierto. A veces, de hasta 30 y 40 años de diferencia. Eso implica que las mentalidades son muy distintas. Como lo es la forma de trabajar. Incluso el sentido del tiempo. Pero, a cambio, tienes la ventaja de que trabajas con sacerdotes que tienen muchísima experiencia, que te ayudan en todo y que siempre están pensando de qué manera pueden prestarte su colaboración. No creo que jamás haya habido seminaristas tan protegidos como nosotros. Ni tan bien formados.
-¿Qué es ser seminarista hoy?
-Algo muy diferente a lo que se cree. La imagen tópica y más extendida de lo que es un seminarista ya no se ajusta a la realidad.
-¿Tiene miedo al futuro?
-No, no tengo ningún miedo al futuro. Somos pocos en esta Diócesis, pero el Señor salvará a su Iglesia.
¿Que son muchas parroquias para pocos curas...? ¿Y no se les encomendó a Doce [se refiere a los Apóstoles], al principio, predicar al mundo entero?
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