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martes, 23 de abril de 2013

FELICIDAD COMIENZA CON FE


PRÓLOGO
DAR TESTIMONIO DE NUESTRA FE
El papa Benedicto XVI nos ha invitado a vivir el 2013 como el año de la fe invita, concretamente, a que seamos capaces de vivir un proceso de renovación y de animar el fuego, que nos produce en el corazón, el encuentro con Jesús de Nazaret. Se trata de hacer que la llama del amor que está encendida en nuestro ser, desde que sentimos la mirada intensa y tierna de Jesús sobre nosotros, se encienda con más fuerza. No hay fe verdadera que no sea apasionada. Una fe sin pasión, sin fuego, sin ganas, sin calor es una fe muerte. De esta manera, estamos invitados a renovar nuestra relación con Jesús, el Señor, y a dejar a un lado todo lo que amenaza el fuego de su presencia en nuestra vida. El papa lo dice en estos términos: “En esta perspectiva, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31)”2.
Entiendo la fe siempre en términos de una relación personal con Jesús de Nazaret. Creer es siempre creerle a alguien. Es confiar y amar a Aquel que se ha desvelado en nuestra vida, al que hemos descubierto como el que da sentido, y muestra el cómo, el qué y el dónde vivir en felicidad, el que se nos descubre como el Yo soy camino, verdad.
1. “A la luz de todo esto, he decidido convocar un Año de la fe. Comenzará el 11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013”. Porta Fidei No. 4
2. Ibid 6,b y vida (Juan 14,6). Por eso, renovar la fe es renovar nuestra relación con Jesús, es volver a tener claro que sin Él nada podemos hacer (Juan 15,5). Por eso, de alguna manera, todo libro sobre la fe debe abordar la relación que tenemos con Jesús de Nazaret. Todo libro sobre la fe nos muestra a Jesús y sus manifestaciones de amor, pero, a la vez, nos muestra al que lo escribe en su manera de relacionarse, de comprender y de amar a Jesús. Es, de alguna manera, el testimonio de Jesús que da su autor y así cumple la misión que su Maestro le ha dado.
De hecho, todo creyente está llamado a ser testigo de Jesús en la sociedad, es decir, a ser sal y luz de la tierra (Marcos 5,13-16) así como Jesús fue testigo de Dios y Jesús lo es “a través de su libertad insobornable, de su aguda percepción de la realidad, de su voluntad o de su valentía para denunciar la hipocresía y la injusticia; y sobre todo a través de su misericordia, da testimonio de una profunda experiencia del Dios cercano, del Dios Padre, del Dios Amor. Yo para esto he venido, para dar testimonio de la verdad, dice Jesús a Pilatos, quien a su vez le pregunta: ¿Y qué es la verdad? Jesús no está pensando con las categorías de la filosofía griega; la verdad para Jesús es Dios y su amor”3. Lo cual nos implica, al dar testimonio de Jesús, tomar su causa y hacerla presente en medio de la sociedad, y mostrarles a otros con nuestras acciones –ya que son éstas las que definen la vida- su misericordia y su amor. Siendo esa una tarea ineludible en este tiempo especial al que nos llama el papa, pero, también, todos los días de nuestra vida.
Todo esto no se puede hacer sin una referencia clara y directa a la Biblia, ya que es en ella donde se nos hace presente la revelación de Dios y donde se nos muestra la verdad de salvación para nuestra vida. No podemos renovar nuestra fe, ni dar testimonio sin sumergirnos en el mar de las relaciones de amor entre Dios y su pueblo que es la Biblia.
También a mí me gusta y me fascina la Biblia, porque ella me hace, no sólo comprender a Dios, sino comprenderme a mí y lo que Dios me propone, ofrece y espera desde mi libertad.
Esa biblioteca de libros –que es la Biblia- está producida literariamente desde las condiciones sociales, económicas, políticas y culturales propias de los hombres y las mujeres que la escriben inspirados por Dios. Por eso, no podemos extrañarnos de ver el entrecruce de opiniones, de manifestaciones, de conclusiones y de matices que allí están presentes en cada una de las historias particulares y aún de la historia del pueblo en las que se nos muestran las verdades de salvación. Por eso, está llena de humanidad, de los errores, de los juicios equivocados, de las necesidades y carencias, de los conflictos que los hombres y mujeres tenemos siempre. Porque es en esa historia personal y comunitaria donde se da el encuentro con Dios. No hay otra manera de relacionarse con Él sino en la historia, en el entramado de relaciones que establecemos los humanos. El se revela en la historia (Dei Verbum 2), en nuestra historia, en la tuya y en la mía; y, si queremos conocerlo, es en ella donde tenemos queencontrarlo; y, si queremos dar testimonio de Él es en ella donde lo tenemos que hacer; y, si queremos renovar nuestra fe es en ella donde hay que vivir ese proceso.
No hay otro camino. No niego los caminos de la academia, que tanto me atraen, pero sí tengo claro que ella nos muestra caminos de conocimientos pero en la historia diaria, cotidiana, vivida con pasión donde podemos tener la “experiencia existencial fundamental” con nuestro Señor.
En este contexto presento el libro de Carlos Alberto Vargas Méndez, “Felicidad se escribe con FE”. El texto, compuesto por 10 historias de originales personajes, es su testimonio de fe, es una clara manifestación de cómo entiende y cómo se relaciona con Jesús en su vida diaria; es su propia palabra pronunciando las verdades de fe que ha ido comprendiendo en su relación personal con Jesús, en sus lecturas, en sus estudios, en sus trabajos pastorales, en sus búsquedas existenciales. El texto es la manera como él –Beto, como lo llamamos sus amigos- nos invita a pensar, tratar de entender y continuar el sí que le hemos dado un día al Señor Jesús. Es su propuesta. Fruto de su vida y de su estudio.
A mí me ha gustado leer las historias. Las he encontrado agradables, bien escritas, con temáticas muy cercanas a la realidad que vivimos y, sobre todo, muy dicientes frente a las preguntas que nos hacemos a diario. Los personajes, con su sabor bíblico, nos encarnan a cada uno de nosotros en medio de nuestras situaciones cotidianas y nos refleja desde lo más profundo de nuestro ser. Las reflexiones –centradas en el verbo que elige- nos ayudan a comprender desde Dios la historia, es una lectura en clave de fe de lo que somos y vivimos. La oración nos hace poner todo lo que vivimos en las manos del Padre Dios sabiendoque Él nos responde siempre con su generosidad y benevolencia; y las conclusiones se vuelven desafíos para que sea práctica y real toda la reflexión que hemos hecho. A mí me ha gustado leer el texto. Y me he identificado con algunas de las características de esos personajes:
No puedo negar que sé todo lo paradójico que se esconde en los funerales y que he vivido el saber que es Dios el que consuela. Ni puedo mirar para otro lado ante el desafío que se nos hace en la vida de los tres jóvenes del horno, que nos invitan a elegir bien nuestro destino. También me conmoví con la nota de Judas, pero aún más, con la oración del que fue capaz de creer y no terminar como el Iscariote.
Me he lanzado a conquistar las promesas que Dios me ha hecho y he decidido dar las siete vueltas, como lo hizo Josué, en torno a lo que tengo que conquistar. ¡Ah! Quién duda que he tenido que gritar como Jeremías, que me he revelado contra mi misma impaciencia, desesperación y de manifestarle a Dios todo lo que tengo dentro y que parece no importarle a Él. La historia de María creo que retrata bien lo que los llamados de Dios ocasionan en la vida de los hombres: unos terremotos existenciales que nos ponen en camino y nos hacen asumir nuevos compromisos. Muchas veces me he sentido el “discípulo amado” de Dios y lo he gozado en todas las partes a donde mis ganas de infinito me han llevado. Me imagino que mi rostroquedó igual al del joven rico cuando este autor me dice que sólo soy dueño de lo que regalo, y pienso en los tesoros que a veces no quiero dar. Con Santiago y los demás me he sentido un poco decepcionado cuando el Maestro, en vez de ayudarme a empujar las armas para la defensa, se acerca a la mesa –y hasta conozco los platos de cerámica que le regalaron en Naím- pero he sentido también el consuelo que recibimos cuando se nos da como pan que nos capacita para luchar de otra manera. Y, no sé ustedes, pero sí me he sentido el Hijo Pródigo, tantas veces, y he sentido el amor del Padre Misericordioso que meperdona y me lanza de nuevo a seguir viviendo como su Hijo.
Sí. Me ha gustado mucho el texto. Por eso, me atrevo a invitarte a leerlo despacio y dejando que cada una de sus palabras entre hasta lo profundo de tu alma y hagan en ella la tarea que tienen: hacerte renovar tu fe, tu encuentro con Jesús y descubrir que la felicidad se escribe con Fe.
De Carlos Alberto podría decir muchas cosas, -puesto que lo conozco desde los 16 años cuando terminaba sus estudios de bachillerato y nos encontrábamos en mi oficina de la emisora Minuto de Dios Bogotá, para tratar de comprender la Palabra de Dios, la vida misma y construíamos la relación más sublime de los hombres: la amistadsin embargo, sólo quiero destacar dos elementos de su persona que nos pueden ayudar a comprender mejor el testimonio de fe que nos da en este texto:
Él es uno que se niega a dejar de ser joven y por eso –a pesar de los años y de la madurez que va teniendo- sigue intrépidamente rebelándose contra aquellos “corsés” que las mayorías ponen para que todos pensemos iguales y nos olvidemos de las particularidades y de lo original que tenemos que ser. Es un joven. Uno que vive con pasión su vida y que curucutea una y otra vez la vida para encontrar los caminos que conducen a la reflexión.
Es un hombre de Fe. Es un creyente. Uno que ha entendido que vale la pena seguir a Jesucristo. Uno que se esfuerza por asumir posiciones coherentes con su fe, uno que sabe que para seguir a Jesús muchas veces hay que romper las categorías más egoístas que tenemos y abrirnos en solidaridad. Uno con el que muchas veces he celebrado la fe en el sacramento de la Eucaristía.
Les presento con alegría el texto de Carlos Alberto, y me emociono de saberlo en ese momento de su vida y de su proyecto personal. Agradezco a todos su compañía en el camino de la fe y pido a Dios que los bendiga y los haga felices.
Barranquilla, enero 8 de 2013
P. Alberto Linero Gómez, Eudista.
Director Minuto de Dios

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