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martes, 6 de noviembre de 2012

Decepción de decepciones…

Todos experimentamos -en algún momento de nuestra vida- frustraciones y tenemos que aprender a experimentarlas como fuentes de crecimiento personal. No podemos pretender que todo nos salga bien, ni creer que se puede lograr una vida sin tropiezos, ni dificultades. Todos tenemos problemas y ellos son excelentes maestros para ser mejores seres humanos. Hoy quisiera que reflexionáramos en torno a una de las fuentes de frustración más común y es la de sentirnos decepcionados por la actuación o no-actuación de alguien. No son pocas las veces en las que esperamos algo de alguien que éste no da o no realiza y terminamos sintiéndonos frustrados, decepcionados y muy tristes. La madurez humana pasa por la capacidad de comprender que las personas no están obligadas a pensar y actuar como nosotros esperamos. Cada uno es libre y dueño de su proceder, y sabe cuáles son las fuerzas interiores –valores- que lo impulsan a actuar y muy probablemente estos son diferentes a los nuestros. Comprender esto no es fácil; pero es lo que debemos hacer. En estos días alguien me decía: pero es que yo no hubiera actuado así. Claro, tú no habrías actuado así, pero eso no significa que esa otra persona este obligada a hacerlo. Cuando nos ponemos en esta situación somos capaces de frustrarnos menos y aceptar los comportamientos de los otros como lo que son: acciones que yo puedo juzgar mal o bien, que pueden ser correctas o no –según los criterios que se tengan- pero que no tienen porque afectarte interiormente. Se trata de aprender a no esperar nada de los otros, son nuestras expectativas las que nos llevan a esas frustraciones. A veces nuestras expectativas son absolutamente “locas”, porque esperamos lo que los otros no van a hacer. Y los demás no son responsables de esa frustración, sino nosotros mismos. Por eso siempre cuando estoy frente a un grupo o comenzando un proyecto, siempre digo lo que estoy dispuesto a dar, lo que puede esperar de mí, para que no termine esperando lo que no voy a dar, ni quiero dar. Que tenga claro qué estoy ofreciendo y con qué me estoy comprometiendo. Esto en las relaciones afectivas tienen que ser muy claro. Algunos a veces creen que el otro les está jurando amor eterno y así lo esperan, y resulta que el otro lo que está proponiendo es una relación efímera y basada en el placer. Luego vienen los dolores y las depresiones por estar esperando lo que nadie va a dar. Les propongo que tengamos claro estos elementos para evitar sufrir frustraciones y decepciones innecesarias: 1. Dejar claro a través de una comunicación asertiva qué estoy ofreciéndole a la otra persona, en todas las dimensiones. 2. Analizar si lo que estás esperando de la otra persona es real o es más fruto de tu imaginación o deseo. 3. Comprender que cada uno tiene derecho a expresar, hacer y construir su vida desde su singularidad y esa es totalmente diferente a la nuestra, no necesariamente mejor, ni peor. 4. No reclamar por lo que no es un derecho. Ni pretender que los otros den lo que para nosotros es una obligación; pero realmente no lo es. 5. Saber que siempre nos podemos levantar de una situación de frustración y que esta no es más que una de las tantas experiencias que nos hacen crecer y ser mejores seres humanos. Así evitaríamos muchos de los sufrimientos que tenemos y no tendríamos que decir como Mark Twain: “Soy un hombre viejo y he sufrido muchas y grandes desgracias, muchas de ellas nunca sucedieron.”

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